Corría el 18 de noviembre de 1596 cuando Romeo y Julieta se dieron por enterados de su inminente boda. Sus familias se adoraban y sus padres, mejores amigos de toda la vida, habían decidido esta unión para, por fin, convertirse en familia. Se olvidaron de un pequeño detalle: Romeo y Julieta se odiaban a muerte desde el minuto en el que se habían conocido.
—Padre, os ruego que me comprendáis y canceléis el compromiso, haré cualquier cosa con tal de no casarme con el granuja de Romeo. —Rogó Julieta a su padre.
—Lo lamento hija, pero el trato se ha sellado y así se llevará a cabo. —Respondió su padre.
—Padre, os ruego que quitéis la desdicha de mis hombros y canceléis el compromiso con la vil Julieta. —Profesó Romeo, mientras tanto, a su padre.
—Lo lamento hijo, pero el trato se ha sellado y así se llevará a cabo. —Respondió su padre.
Ambos padres, al notar el descontento de sus hijos y la negación de llevar a cabo la boda, idearon un plan: harían que un cura amigo casara a los jóvenes sin que estén presentes. El plan se llevó a cabo tres lunas después del anuncio y los adolescentes, en el mismísimo momento en el que se enteraron que estaban casados, enloquecieron.
—Padre, os ruego que me comprendáis y canceléis el compromiso, haré cualquier cosa con tal de no casarme con el granuja de Romeo. —Rogó Julieta a su padre.
—Lo lamento hija, pero el trato se ha sellado y así se llevará a cabo. —Respondió su padre.
—Padre, os ruego que quitéis la desdicha de mis hombros y canceléis el compromiso con la vil Julieta. —Profesó Romeo, mientras tanto, a su padre.
—Lo lamento hijo, pero el trato se ha sellado y así se llevará a cabo. —Respondió su padre.
Ambos padres, al notar el descontento de sus hijos y la negación de llevar a cabo la boda, idearon un plan: harían que un cura amigo casara a los jóvenes sin que estén presentes. El plan se llevó a cabo tres lunas después del anuncio y los adolescentes, en el mismísimo momento en el que se enteraron que estaban casados, enloquecieron.